Las juveniles trasnochadas de Juan Uribe-Echevarría

Juan Uribe-Echevarría hacia 1960. Imagen publicada en Memoria Chilena.

Ya hemos dicho en este sitio que la pensión universitaria que la Asociación de Estudiantes Católicos tuvo en la dirección de Rosas 1165, a sólo pasos de la euforia desatada bohemia de calle Bandera. Hasta cuesta imaginar cómo podían conciliar el sueño en aquel vecindario. También dijimos que, a pesar del conservadurismo de la institución y de sus estrictos reglamentos sobre comportamiento y los horarios de llegada, estos jóvenes influyeron en la configuración del barrio recreativo de Mapocho. Ahora nos corresponde hablar de las correrías de uno de sus más ilustres residentes.

El entonces juvenil Juan Uribe-Echevarría, habitante del mismo pensionado, había nacido en 1908 en el hogar formado por Fernando Uribe Echevarría y Juana Uriarte, en la localidad de Guecho del País Vasco, España. Su familia se vino a residir a Santiago cuando aún era muy joven y así estudió en el Liceo de Aplicación y luego en el Internado Nacional Barros Arana. A fines de los años veinte decidió que su vocación iría por la carrera de Pedagogía, entrando a estudiar en la Universidad de Chile en donde conocerá al insigne intelectual Mariano Latorre, quien sería una gran influencia en su trabajo.

Fue en este intenso período de vida cuando el muchacho se vuelve habitante de la pensión universitaria de calle Rosas, aunque estaba lejos de ser un alumno recatado y temeroso de la noche como sí eran muchos de sus compañeros de hospedaje, más adictos a la entretención diurna. Uribe Echevarría tuvo, así, cierto contacto con las tentaciones bohemias de Bandera, acudiendo a locales como el Hércules y otro llamado Don Fausto, según recordaba Manuel Salvat Monguillot en el "Boletín de la Academia Chilena de la Historia" (año 1988).

El joven investigador y cronista pudo relacionarse allá con una intelectualidad asidua a aquellos clubes y establecimientos de trasnochadas de los años treinta, en los que ya estaban presentes personajes como Pablo Neruda, Tomás Lago, Alberto Rojas Jiménez y Julio Barrenechea, entre otros. Su colega del oficio de las letras, Andrés Sabella, recordaba aquellas correrías en un homenaje a su memoria de la revista "Hoy", en enero de 1989:

Con la muerte de Juan Uribe Echevarría, cuando no se le notaba el peso de sus 80 años, se nos escapó un largo y bello instante que compartimos, cuando él era miembro difícil del Pensionado de Rosas en sus tiempos universitarios y, ahí, a dos pasos, levantaba la calle Bandera sus tentaciones.

Juan no fue nunca de los pensionistas de reloj exacto: invariablemente, golpeaba a las puertas de su hogar de estudiante, después que la medianoche triunfaba y todas las estrellas parecían descender hasta nuestras tacitas de café, en aquella cafetería popular en cuyos altos funcionaba un cabaret, el Shangay Lily. Juan no se inmutaba por las puertas cerradas. Regresaba a nuestra mesa, tomaba asiento con tranquilidad, y con su voz, un tanto ronquita, nos prevenía:

-Tenemos que aguantarnos hasta las seis de la mañana...

¡Y qué eran esos minutos, ante las horas de literatura que cruzaban por encima de los panes "pericos" y de las incontables tazas de café que perfumaban la amanecida! Allá aguardábamos fidelidad a la noche Carlos Poblete y Helio Rodríguez, Eduardo Ventura, Raúl Lazaeta Calvo y el "cadáver" Valdivia, cuya nobleza se mostraba en su silencio, brevemente, roto para agradecer la leche que se le servía.

Juan ocupaba la capitanía de las conversaciones. Para nosotros, aprendices de escritor, su proximidad resultaba como acercarnos a los maestros que entonces resplandecían y con los cuales Juan alternaba, a cada momento, en el Pedagógico, en Nascimento, o en un bar de Ahumada.

Antes de estrechar la diestra de Mariano Latorre, su maestro más querido, ya la habíamos estrechado en las charlas de Juan. De súbito, llegaban en visita a nuestra mesa Antonio Acevedo Hernández, Volodia Teitelboim, Claudio Costa y Antonio Rocco del Campo, quien imponía viajes hasta el restaurante Hércules, donde preparábamos unos tallarines de alba para fortalecernos. Entonados por este plato, Juan partía a su pensionado. Nosotros, a nuestra casa de San Pablo 1274, cuyas historias habría que contar.

Fachada del pesionado de la Asociación de Estudiantes Católicos en calle Rosas llegando a Morandé, en revista "Sucesos", 1917.

Nota de la revista "Zig-Zag" sobre el recién inaugurado pensionado universitario de calle Rosas 1165, en octubre de 1914.

Algunas dependencias del Club de los Universitarios, en revista "Sucesos", año 1917.

Avisos de La Cabaña publicados en "La Nación" en julio y agosto de 1942. El club se ubicó en donde estaba antes el Shangay, justo encima del café al que iban Uribe-Echevarría y sus amigos.

Sabella también recordaba a otros concurrentes de aquel magnífico ambiente de jóvenes intelectuales refugiados en Mapocho, trayendo de regreso los nombres de los residentes de su mencionado hostal en San Pablo llegando a Teatinos, inmueble que aún existe justo enfrente de un edificio hotelero del barrio:

Allí vivió con nosotros Benjamín Morgado, recién casado y, frecuentando nuestra mesa de la cafetería popular, escribió sus poemas de Festival de Agua y Viento, donde mentimos colocándole un pie de imprenta argentino al libro compuesto en una imprenta de calle San Pablo. Allí pintaba sus desnudos Rafael Alberto López y, durante varios meses, Radomiro Tomic soportó nuestra bohemia. Allí comíamos arroz por kilos. ¿Se acordará de ellos el hoy eminente doctor Claudio Costa?

Concluyendo su etapa de aventuras universitarias, Uribe-Echevarría se tituló con la tesis "La novela de la revolución mexicana y la novela hispanoamericana actual", su debut profesional como escritor que fuera publicado en los "Anales de la Universidad de Chile" en 1936. Vivió y trabajó como profesor en Valparaíso, logrando becas de perfeccionamiento en Brasil y Portugal. Al regresar a Chile se convirtió en una eminencia de la investigación cultural, además de organizar eventos universitarios, folclóricos y literarios. Nunca se desprendió de su inspiración hispánica, sin embargo, de acuerdo al mismo texto de Sabella:

Juan, además de su sombra delgada, arrastraba una segunda: la de Ortega y Gasset. Lo conocía en hondor. Lo citaba a cabalidad. Fue, con Pío Baroja, el sólido pilar de su pasión por las ideas. Juan fue, aunque compuso novelas y varios cuetos, un ensayista que no se conformaba con espumas y que, al final, se acogió al folclore para henchirse de savia popular y enriquecer su ternura americana.

Amante incontrolable de la cultura popular y estupendo observador de la misma, la que quizá aprendió a valorar en calle Bandera, precisamente, fue uno de los autores que más novedades arrojaron al conocimiento del boxeo, la poesía popular, los payadores, la cueca urbana, el canto a lo divino y las peleas de gallos, publicando libros y diferentes artículos en periódicos como "El Mercurio", "La Hora" y la revista "Zig-Zag". Se haría, además, cofundador de la revista "Mapocho" de la Biblioteca Nacional, en 1963, director de los "Anales de la Universidad de Chile" y miembro de la Academia Chilena de la Historia desde junio de 1973, en reemplazo de Julio Vicuña Cifuentes.

El prolífico investigador, con brillante carrera como profesor universitario, autor de unos 25 libros y un total de 40 trabajos publicados entre los años treinta y ochenta, Uribe-Echevarría falleció en Santiago el día de la Navidad de 1988, a los 80 año de edad. Su recuerdo lo consagra como otro de los personajes de mayor peso intelectual que pasaron por el "barrio chino" de Mapocho, en los inicios de aquella euforia bohemia y trasnochadora.

Comentarios

© Cristian “Criss” Salazar N. Los contenidos de este sitio están basados en las obras de investigación del autor tituladas "LA BANDERA DE LA BOHEMIA. Recuerdos de trasnoche en el 'barrio chino' de Mapocho" (Registro de Propiedad Intelectual Nº 2022-A-3489) y "LA VIDA EN LAS RIBERAS. Crónicas de las especies extintas del barrio Mapocho" (Registro de Propiedad Intelectual N° 2024-A-1723).

Entradas populares de este blog

Dos centros alemanes en el imperio de Mapocho

Como en Venecia, pero en Mapocho...

Los pequenes tenían el sabor de la noche