Como en Venecia, pero en Mapocho...
Vista de calle Bandera hacia el norte, esquina con San Pablo, en enero de 1927, con los trabajos de las líneas de tranvías. En la esquina derecha se observa la Botica Boston, y en la izquierda el sector en donde estaba el restaurante Venecia en sus primeros tiempos. Imagen de los archivos de Chilectra.
Aunque restaurantes y bares como el Hércules, Glanz, Antoñana, Teutonia, Alemán o Zum Rhein se esmeraron en salpicar con sus nombres algo del confeti romántico de la vieja Europa sobre las calles del “barrio chino”, nada ha estado más lejos de la postal de Mapocho y su río que los maravillosos canales venecianos cruzados por estilizados gondoleros, mostrando a sus pasajeros el Palazzo Ducale o la torre de la Piazza di San Marco. Ni siquiera en la época de las crecidas del caudal del río, cuando las calles ribereñas de Santiago quedaban convertidas en tranques y las puertas de las casas en esclusas, podría haberse formulado semejante comparación.
Sin embargo, hubo de todos modos un cautivador lugarcillo que invocó a aquel paraíso con letras destacadas en el mismo barrio: el restaurante y bar Venecia, otro fascinantes nido de las manzanas encantadas de calle Bandera. Partió su vida como algo parecido a un figón pero acogedor y grato, aunque suficientemente bravo como para manchar de sangre sus duelas, alguna vez. El Venecia era el primero de la línea de establecimientos de la cuadra del 800, además.
La ubicación del Venecia era justo en la esquina de Bandera con San Pablo, enfrente de la famosa botica Boston. Esto se confirma en anuncios de marzo de 1926, en donde un señor José Álvarez informaba haber comprado el restaurante a don Leonardo Papapietro, quien había sido dueño también del Casino Matadero en calle Franklin, y advertía que no respondería "por deudas, en asuntos pendientes con dicho señor". La misma dirección se mantiene en avisos económicos solicitando personal para el Venecia, publicados hacia las últimas semanas de marzo de 1930.
Datos que no hemos podido confirmar localizan aquellos inicios del Venecia cerca o en el mismo lugar de una antigua cigarrería del número 804-806, la que había aparecido a la venta en 1927 junto con otra de la misma firma en el 898, en la esquina al otro extremo de la cuadra. La misma era ofrecida en los avisos como fuente de soda, hacia 1928, pudiendo corresponder quizá al momento en que lo vende el señor Papapietro. No muchos años después, parte del mismo sector esquinero será dominado también por otro mítico establecimiento: el American Bar, en el 808, también receptor de connotados hombres de letras entre sus muchas visitas.
Demostradamente, el establecimiento veneciano de Mapocho fue canonizado como fuerte atractivo para bohemios, artistas e intelectuales, destacando en él los latidos de infaltables aventureros como Homero Arce, Alberto Rojas Jiménez, Diego Muñoz, Tomás Lago y Víctor Bianchi. Hasta allá llegó también María Luisa Bombal, alguna vez, traída por el propio Pablo Neruda según recordaban cronistas y escritores como la magallánica Ágata Gligo en “María Luisa”. Fue otro de los negocios que irían configurando la oferta y la clientela del barrio en aquella nueva etapa bohemia del barrio, por lo demás, ya más sólida y estable que en sus orígenes.
Al respecto, observamos que cierta imagen publicada en el libro homenaje "Alberto Rojas Jiménez se paseaba por el alba" con recopilación de Oreste Plath, es señalada como una reunión de aquellos intelectuales en 1926, en un restaurante Venecia de calle Phillips, ex Central, al lado de la Plaza de Armas. Sin embargo, por las fechas y el contexto histórico creemos que podría tratarse en realidad del Venecia de calle Bandera. Aparecen en la misma imagen Neruda, un poeta joven, el llamado Ratón Fuentes, Rojas Jiménez y el pintor Julio Ortiz de Zárate.
Al contrario de lo que a veces se ha dicho o escrito, sin embargo, el local de barrio Mapocho no coincide con el restaurante Venezia de barrio Bellavista, negocio que debe su nombre al pasado de dicha esquina chimbera, supuestamente por concentrar canales y escurrimientos de agua que la tenían siempre inundada en el pasado. Estos periplos de la intelectualidad por diferentes puntos venecianos quizá hayan abonado a las confusiones o al olvido del que estaba en Bandera con San Pablo, aunque quedará para discusión de los más puristas y devotos nerudianos cuál de todos llegó a ser su favorito.
El caso concreto es que el Venecia del escasamente itálico “barrio chino” había abierto sus puertas ofreciendo todas las características de la actividad nocherniega y creativa que fue tan propia de aquel sector, por varios años y atrayendo a un público de intelectualidad joven. Se sabe así que, en 1925, Neruda leyó en esta sala algunos poemas del francés Marcel Proust y del irlandés James Joyce, dos gigantes del género en el siglo XX, aunque en aquellos años representaban toda una novedad y resultaban aún desconocidos en Chile. La declamación la hizo durante la que fuera solo una de sus muchas reuniones con amigos en el mismo bar y café.
La posible imagen interior del Venecia de calle Bandera, en donde están presentes Pablo Neruda, Alberto Rojas Jiménez, Julio Ortiz de Zárate y otros artistas. Fechada en 1926 y publicada en "Alberto Rojas Jiménez se paseaba por el alba".
Edificio del ex Hotel Bandera, en Bandera 862, en cuyo zócalo y bajos terminó sus días el bar Venezia.
La pequeña puerta central era el acceso a las escaleras que conducían al bar Venezia, en sus últimos años, en el número 864 de calle Bandera. Se advierte que la altura original del vano ha sido modificada, además de fusionarse el local con el del lado, en el 868. La entrada a la izquierda es del ex Hotel Bandera; la del lado derecho es del actual restaurante.
El violento homicidio del bar Venezia en nota del diario "La Nación", el jueves 8 de febrero de 1940.
También está el testimonio del escritor Rubén Azócar, tras llegar a duras penas hasta la Estación Mapocho desde Valparaíso en una medianoche de mayo de ese mismo año, luego de haber concluido su difícil aventura por las costas peruanas y ser hostigado por cuestiones políticas. No bien puso pie en Santiago, entonces, partió por instinto hacia calle Bandera esperando encontrarse allí con alguno de sus amigos escritores, esos mismos con los que tantas noches compartió en las cuadras insomnes. Confesaba en “Gente en la isla” que, en el intento de buscar compañía, pudo dar con Neruda: el poeta se hallaba algo triste y lamentando sus incomodidades en la pensión que compartía con Tomás Lago, al otro lado del Mapocho. Partieron ambos, entonces, hasta las mesas del Venecia e iniciaron allí -con sus demás amigos ya arribados al barrio- una alegre celebración por el regreso de Azócar, la que duró hasta la madrugada.
Como visitante casi adicto de aquellos establecimientos, Neruda ya comenzaba a constituirse por entonces en todo un hombre-eje de atractivo y cohesión en los grupos de venecianos honorarios del café y varios de los demás boliches de Bandera. Compartiría cuarto con Azócar, además, cuando ambos se establecieron en Ancud llevando sus aventuras a tierra chilota, residiendo en el Hotel Nielsen.
Plath comenta que el tinto ofrecido por el bar provenía de las prodigiosas y reputadas viñas de Pirque. Y el poeta Rojas Jiménez, como amigo de la casa, llegaba a beberlo gratis al Venecia, tal como hacía en el Hércules, El Jote y otras barras mapochinas, pues se le premiaba con vino y cerveza el hecho de ser un buen animador y mejorador del ambiente en todos estos oratorios de Dioniso.
Pero el Venecia iba a tener una segunda vida, un poco diferente a la de sus inicios. En las publicaciones de prensa, la dirección del establecimiento se señalaría más tarde en Bandera 864, entre un grupo de locales donde estaba la Sombrerería Olguín, en el 860, número actualmente ocupado por un café topless. Su antigua dirección del 804 sería ahora de las tiendas de vestuario llamadas Casa Ondar y Casa Abaroa, en los cuarenta y cincuenta.
La nueva ubicación del restaurante casi al extremo norte de la misma cuadra y más cerca del cruce con General Mackenna, era exactamente vecina al lugar en donde estuvieron también otros negocios recreativos del "barrio chino" como Los 4 Ases y el Patio Criollo. Se descendía a su sala por una escalera que se internaba por el sótano del edificio del Hotel Bandera o Versailles. El establecimiento había sufrido algunos cambios de identidad significativos en esos momentos, además: figuraba ya como el bar Venezia, con "z".
Siendo patrón por entonces el comerciante Francisco Petrucci, de estirpe italiana y sin imposturas, aquella dirección y su fama de rincón bravo se constatan también en páginas policiales febrero de 1940, tras un violento hecho de sangre. En diarios como “La Nación” se informaba que fue asesinado a tiros allí un contratista llamado Pedro Casagne, fulminado por su propio acompañante y colega, Esteban Araya, en la noche casi al final del miércoles 7, tras detonarse una riña entre ambos por un sucio asunto de deudas. Eran ya los años de ocaso del local, por supuesto, siendo afectado después parcialmente por un incendio ocurrido a mediados de enero de 1952.
Actualmente, los bajos en los que transcurrió la última etapa de vida del Venezia están fusionados con el resto del establecimiento principal vecino, en el número 868. Estas salas son ocupadas ahora por una pollería peruana: El Super Gordo, casi enfrente de calle Aillavilú.
No habrá tenido gondoleros, ni avezados concertistas de la sentimental mandolina ambientando sus comedores, pero el romance del Venecia, ciertamente, pudo iluminar con pizcas de glamour al tenebroso y algo maldito lugar de Santiago en que se encontraba, allí en el viejo barrio Mapocho.
Comentarios
Publicar un comentario