La heroica semblanza del Hércules
La reunión de Eduardo Rodríguez Mazer, Abelardo Bustamante, Antonio Roco del Campo, Homero Arce, Carlos Dallens, Alberto Rojas Jiménez, Pablo Neruda, Julio Barrenechea, Julio Ortiz de Zárate y Renato Monestier, entre otros, en el Hércules de Bandera 840. Fuentes como el sitio Biblioteca Nacional Digital fecha esta imagen en 1932.
La dirección
de calle Bandera 840, en medio de esos reinos coloridos del “barrio chino”,
desplegaba ya en los años veinte el nombre del más famoso y universal héroe de
la mitología clásica: Hércules. La figura de un fortachona del personaje colgaba afuera, en un cartel sobre el acceso.
Formando parte de la primera prole de negocios de la bohemia “moderna” establecida en la cuadra, su dueño fue don Saturnino Pisson, amigo de los poetas Pablo Neruda y Alberto Rojas Jiménez, quienes concurrían de manera habitual al mismo establecimiento durante sus años jóvenes. No mucho después de haber sido puesto en marcha, de hecho, ya se había convertido en una suerte de club de muchachones intelectuales, de los que han quedado sugestivos testimonios.
Como la mayoría de aquellos locales de Bandera eran más largos que anchos, el Hércules se internaba hacia el centro de la manzana con sus hileras de mesas para los clientes en los costados. Pero sucedía que la caja y la registradora se hallaban casi al fondo, por lo que muchos de los visitantes solían encargar a los cinco o seis mozos el pago de las cuentas, cosa que no siempre se concretaba: algunos se pasaban de listos y colocaban el dinero en el cofre de propinas en el camino, según recordaban algunos de quienes mejor conocieron esta capilla pagana.
Por décadas, el platillo característico del boliche era conocido como guatitas a la Hércules, con una receta parecida a las guatitas a la jardinera pero llevando también porotos, que la hizo única y apreciada por muchos visitantes, caso del bolerista Luis Alberto Martínez, por ejemplo. También había platos tradicionales chilenos de porotos con riendas, tallarines especiales, chupe de guatitas, caracoles Hércules (en su salsa), jalea de patas de vacuno y riñones con arroz. En opinión de algunos autores como Juan Florit, este último era una de las principales razones de las visitas que hacía allí con Neruda y otros escritores o artistas.
Testimonio de aquella intelectualidad y la conveniencia de sus precios son un par de históricas fotografías de un grupo de pintores, poetas y escritores en medio de una fiesta del Hércules, usando unas extrañas capotas o tocados tipo diadema en la cabeza. Más bien, eran paños de cocina adaptados como tapados haciendo alguna clase de broma alusiva a la masonería u otra fraternidad, según parece.
Oreste Plath agregaba algo más a aquella extraña escena congelada en el tiempo, en "El Santiago que se fue":
Aquí se despidió de soltero, en el año 1926, a Tomás Lago. No faltaron Rojas Jiménez, Pablo Neruda, Julio Ortiz de Zárate, Diego Muñoz, Raúl Fuentes Besa, Renato Monestier, Abelardo Bustamante, Paschin, Julio Barrenechea y Orlando Oyarzún García. Los comensales se sentaron a la mesa llevando una especie de turbante.
La segunda gran curiosidad de las imágenes de marras, fechadas en 1931 o 1932 en ciertas fuentes, es que apareciendo allí algunos sentados y otros de pie tras la mesa, en la pared de fondo cuelgan sus sombreros entre afiches y carteles con los convenientes precios de la oferta del Hércules: tallarines y caracoles a un peso. Se sabe también que la cena completa costaba solamente dos.
Imagen de calle Bandera mirada hacia el sur, en la cuadra del 800, publicada en "La Nación" del 18 de septiembre de 1938. En el costado derecho del encuadre se distinguen las fachadas y carteles colgantes de los establecimientos Hércules, Estrella de Chile y Cabaret Zeppelin.
Otra histórica imagen de la reunión de artistas y escritores amigos dentro del Hércules. Se puede distinguir parte de la decoración del lugar y los anuncios de convenientes precios para algunos platillos.
Comida con festejo en el Hércules en marzo de 1939. Información e imagen: Flickr de Santiago Nostálgico (Pedro Encina).
Aviso del Hércules ya en los años cuarenta, publicado en "La Nación" a fines de mayo de 1943.
Vista de los locales de calle Bandera hacia el norte, cuadra del 800. El de fachada con color verde claro y luminarias desmanteladas correspondía en el pasado al restaurante y bar Hércules. La demolición de aquellos espacios comerciales se ejecutó justo hasta donde estaba este local. Fuente imagen: Google Street View.
Plath agrega otros detalles y nombres interesantes a la numerosa cofradía de concurrentes al Hércules, cuando el establecimiento transitaba por sus años dorados de servicio y actividad comercial en el "barrio chino":
Algunos parroquianos eran recibidos con gran alegría. Andrés Sabella hacía su entrada a medianoche a servirse un plato de tallarines. Raúl Morales Álvarez siempre acompañado con personajes de leyendas, de pasiones que él convertía en crónicas periodísticas, enjundiosas de intención y motivación; Jacobo Danke que se realizaba en su obra con sensibilidad y acierto, admirador del gran poeta lituano Oscar Lubicz Milosz. Remigio Acevedo, compositor; Armando Briones, abogado; Orlando Oyarzún, periodista; George Sauré, artista, fotógrafo; Reinaldo Lomboy, escritor. Alberto Rojas Jiménez entraba del brazo del dueño, Saturnino Pisson, que era su amigo. Hay por ahí una fotografía en que están abrazados. A la muerte del poeta Rojas Jiménez, los garzones solicitaron permiso y formaron en el cortejo. Y en El Hércules se recordó al amigo y bebieron por el desaparecido, Orlando Oyarzún, Tomás Lago y Lalo Paschín. Y los inesperados, como Renato Monestier, el ciego Monestier, El León de la Metro, por su apariencia un tanto hosca, se llamaba Juan Riquelme, vestía siempre de negro y usaba por la miopía unos anteojos de gruesos cristales. Había sido funcionario menor de un juzgado de letras de un pueblo del sur. Casado con doña Tulia Marambio, de gran sensibilidad artística. Se le respetaba como valioso comentarista de arte por su obra en diarios y revistas.
Aunque el club Hércules vivía y también dirigía parte de la mejor etapa para la bohemia de Mapocho, pero sería puesto en venta por su dueño hacia 1936 o 1937, con indicaciones de "urgencia" en los avisos publicados en prensa. Tras cambiar de manos, continuaría como el bar y restaurante de nombre heroico y carta de comida criolla.
Sin embargo, la recuperación en los años cuarenta acabó resultó ser solo efímera: el tiempo fue
superándolo paulatinamente y dejándolo como otra reliquia de la historia
citadina, olvidando el valor del abrigo que representó para literatos y hombres
de artes. Para los años cincuenta o sesenta era solo una sombra de lo que
alguna vez llegó a ser, como muchos otros clásicos de calle Bandera.
Tras una gran cantidad de años a la deriva y reducido a solo un boliche popular, cerró en 1984, pasando a ser ocupado por otro restaurante llamado El Cartagena, según señala Germán Marín en “Círculo vicioso”. Después, el local fue depósito de ropa usada y un centro de llamados con cabinas de apuestas, clausurado hacia el Bicentenario Nacional tras la decisión municipal de erradicar sitios de comercio que operaran en la comuna con máquinas tragamonedas.
El mismo espacio que formaba parte del mismo grupo de inmuebles de Bandera y por los que pasaron las sombras hambrientas y soñadoras de Neruda, Rojas Jiménez, Plath, Pachín y tantos otros, fue totalmente demolido durante el año 2016 y reemplazado hoy por nuevos locales que tomaron la numeración.
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