Los estudiantes y el público juvenil

Estudiantes disfrazados durante las Fiestas de la Primavera de octubre de 1917, en revista "Pacífico Magazine".

Otra influencia decisiva en el rasgo bohemio que adoptó la calle Bandera en la primera mitad del siglo XX, provino del numeroso público joven y estudiantil que comenzó a hacer suyos varios de los primeros boliches del barrio, con las propuestas “modernas” de bohemia en el mismo.

El desarrollo comercial y artístico de las noches de Santiago estuvo marcando a la sazón por el ocaso paulatino de las antiguas “filóricas” o -más elegantemente definidos- clubes y salones clásicos de baile popular, desplazados por nuevas propuestas de celebración con los dancings, más honestamente bohemios, algo trasgresores y combinados con espectáculos en los intermedios. Eran la versión actualizada de las todavía más viejas “filarmónicas”, pero también cumpliendo ya su ciclo ante el arribo de nuevas propuestas recreativas.

Entre los centros “filóricos” y “filarmónicos” que más se repetían en la prensa después del Centenario estaba la Academia de Baile Francisco en Bandera 868 y el Centro Familiar de la Federación Obrera de Chile, que solía realizar concurridas fiestas y kermesses con orquestas. Parecido el caso del Centro Familiar de Recoleta, en Recoleta 167, y la Academia de Baile La Chile, cuya sede estaba en un restaurante de Bandera 832 y que, en marzo de 1917, invitaba a sus socios a una clase instructiva en la que “no se admitirán visitas del sexo masculino, sin que vengan a conocer la sociedad y sus clases para hacerse socios enseguida”. Famosas fueron las de calle San Diego, además.

La Sociedad Filarmónica La Democracia, en tanto, ofrecía bailes-tertulias en su academia, con un cuerpo de profesores, mientras que la sociedad Andrés Bello hacía lo propio con rifas y encuentros literarios y musicales. Muchísimas otras casas de baile figuraban en las atracciones de entonces, con sus fiestas de cada domingo o lunes (posible herencia de la época de las chinganas), por lo general en grandes establecimientos, galpones o salones con orquesta en vivo. Muchas veces, los chiquillos se escapaban de los colegios para ir a danzar shimmy y one step en aquellos salones, frecuentemente en horas diurnas.

La influencia de los estudiantes en Mapocho se halla en la transición de aquella época, cuando las "filóricas" evolucionaban a clubes más novedosos y se expandían negocios nuevos como las fuentes de soda (aunque no tan asociadas a las cervecerías, como ocurrió después) y los cafés ajenos al concepto clásico de estos mismos negocios.

Tampoco parece coincidencia, además, que el club de la Asociación de Estudiantes Católicos haya elegido ese mismo barrio para establecer su sede: en calle Rosas a escasos metros al poniente de Bandera llegando a Morandé, justo al lado del Hotel Palais Royal. Sin embargo, por tratarse de una agrupación con características más bien conservadoras, podemos suponer que la bohemia juvenil del barrio en aquellos años diez, no era tan desatada ni escandalosa como lo fue después, ya en tiempos de su apogeo.

Como esa época de esplendor de las “filóricas” de los años diez y veinte se apagaría, entonces, para los años treinta y cuarenta el nuevo concepto que atraía a la juventud era el de los dancings, cabarets y establecimientos parecidos. Algo se comenta sobre aquellos cambios sociales y de intereses recreativos en “Cultura de masas: reforma y nacionalismo en Chile. 1910-1931” de Stefan Rinke:

La juventud chilena deseosa de participar en los bailes de moda se enfrentó a una falta de lugares donde practicarlos. En 1919, la mayoría de los bares chilenos todavía tenían dudosa reputación de club nocturno, al cual ninguna persona “respetable” se atrevía a ir. Hacia mediados de la década siguiente, los empresarios de la entretención reaccionaron frente a la creciente demanda abriendo numerosas salas de baile denominada dancings. En la calle Bandera cerca del río Mapocho se desarrolló un sector de clubes nocturnos. En clubes como Las Torpederas la juventud de la capital disfrutaba una vida nocturna agitada que a menudo terminaba a puñetazos. Los clubes y un buen número de cabarets ofrecían entretenimiento musical tocando bailes de moda desde los fox trots más antiguos hasta lo último que llegaba desde Estados Unidos de Norteamérica. A menudo, la música del bailable era compuesta por músicos chilenos, tal como lo revela la Revista de Bibliografía Chilena donde títulos como el fox trot “Rascacielos”, el tango “Valentino”, o el “Shimmy Carnaval” eran registrados en grandes cantidades. A pesar de los conflictos con vecinos que reclamaban por los ruidos molestos, las nuevas danzas fueron aceptadas por una juventud aparentemente fascinada por la misma modernidad de los movimientos y de las nuevas tendencias del vestuario caracterizadas por la expresividad física.

Portada de la primera edición y temporada de la revista "Juventud", de la Federación de Estudiantes de Chile, en agosto de 1911.

Afiche de las Fiestas de la Primavera en 1917, obra del pintor Isaías Cabezón.

Fachada de la Asociación de Estudiantes Católicos en calle Rosas llegando a Morandé, en revista "Sucesos", 1917.

Estación Mapocho hacia 1920, en fotografía de autor anónimo, hoy perteneciente a los archivos del Museo Histórico Nacional. Fuente imagen: sitio En Terreno Chile.

Fachada de la Universidad de Chile en hermosa vista nocturna de la Alameda de las Delicias y su red de trazados de tranvías enfrente de calle San Diego, 23 de marzo de 1927. La noche fue una gran seductora para los estudiantes de la edad dorada de la bohemia de Santiago. Imagen de los archivos de Chilectra.

De esa manera, al cundir la bohemia de aquel nuevo período y más aferrada a los modelos internacionales o modas acompañadas ya de jazz, foxtrot, tango y tropical, proliferarán los novedosos dancings como herederos connaturales de las “filarmónicas” o “filóricas”, aunque especializados en entretención con elementos adicionales de espectáculo y números de variedades. El público joven era seguro en las salas de Bandera que adoptaban esta característica, por consiguiente.

Al momento de cobrar fuerza el “barrio chino” de Mapocho, entonces, el concepto del dancing club con el que se ofrecían algunos de sus boliches ya había desplazado velozmente al más tradicional y clásico de los ambientes “filóricos”, por desarrollo connatural del medio. Y con esta clientela joven llegarían también, al medio bohemio y aventurero, los estudiantes y los primeros literatos que comenzaban a construir sus carreras como promesas de la crónica o la poesía. Ambos mundillos se mezclaban entre sí con frecuencia, antes más que ahora.

Muchas travesuras estudiantiles tuvieron lugar en aquellas cuadras, por lo mismo, especialmente durante encuentros universitarios o de corte político. A veces las travesuras se pasaban de revoluciones y terminaban mal, al calor de las deliberaciones e ideologías. También fueron involucradas aquellas calles de Mapocho en algunas de las concurridas y muy esperadas Fiestas de la Primavera, con locales ofreciendo ofertas de temporada o consideraciones para su clientela... Aunque no todos aquellos episodios fueron completamente simpáticos o pintorescos, como era esperable.

Sobre lo recién dicho, la revista “Juventud” de la Federación de Estudiantes de Chile informaba con horror que, tras el famoso asalto al club de la FECH que estaba en la entrada de calle Ahumada, sucedido en julio de 1920 y tras cierta manipulación política interna que hacía el gobierno a provechando las tensiones fronterizas en el norte del país, los mismos revoltosos que protagonizaron el ataque después andaban paseando un trofeo de guerra por el mismo “barrio chino” de las celebraciones de entonces: era la placa de bronce de que tenía en sus puertas la sede estudiantil, llevándola con ellos por las calles Bandera y Morandé, seguro brindando por su “conquista” entre los bares y cafés del mismo sector. Un grupo con los últimos 15 o 20 de aquellos estudiantes nacionalistas y activistas del oficialismo, habría llegado hasta el Palacio de la Moneda para dejar allá la placa como ofrenda o premio, según denunciaba la misma gaceta.

A pesar de todo y aunque la paz no siempre imperó en aquel barrio de naturaleza brava y desafiante, los estudiantes y la juventud pudieron involucrarse en su asombrosa bohemia como otra parte gestora; acaso como otros grandes configuradores de la identidad que pudo ofrecer la misma durante el resto del siglo XX.

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© Cristian “Criss” Salazar N. Los contenidos de este sitio están basados en las obras de investigación del autor tituladas "LA BANDERA DE LA BOHEMIA. Recuerdos de trasnoche en el 'barrio chino' de Mapocho" (Registro de Propiedad Intelectual Nº 2022-A-3489) y "LA VIDA EN LAS RIBERAS. Crónicas de las especies extintas del barrio Mapocho" (Registro de Propiedad Intelectual N° 2024-A-1723).

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